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El asteroide 2024 YR4, que cuanto más lo miramos más probabilidades parece tener de chocar con la Tierra en 2032, al menos por ahora
Un asteroide en las proximidades de la Tierra – urikyo33 en Pixabay
Reconozco que al principio no le hice mucho caso al asteroide 2024 YR4. Cuando se empezó a hablar de él hace unos días se estimaba que tenía un 1,2 % de probabilidades de chocar con la Tierra el 22 de diciembre de 2032. Pero según se fueron refinando las observaciones ese porcentaje, en lugar de bajar, que era lo que yo suponía que iba a pasar, pues es lo habitual, ha ido subiendo y hoy, según la NASA, está en el 1,9 %. La ESA le da un 1,8 %. Esto de que suban las probabilidades de impacto es algo extremadamente raro.
Su descubrimiento ha supuesto la activación de la primera fase de las respuestas de defensa planetaria. En ella se pide a todos los telescopios disponibles que recojan datos sobre el objeto y se insta a las agencias espaciales avaladas por las Naciones Unidas a que empiecen a planificar la mitigación de la amenaza de los asteroides.
Pero tenemos un problema, y es que 2024 YR4 está alejándose de nuestro planeta. De hecho lo descubrimos el pasado 27 de diciembre, dos días después de su máxima aproximación, que en esta ocasión alcanzó una distancia mínima de 828.800 km. Con lo que en un par de meses o así dejará de ser visible, así que a partir de entonces no podremos ir mejorando nuestras observaciones de su trayectoria.
Aunque ya sabemos lo suficiente de su órbita como para poder afirmar que para el 17 de diciembre 2028 volverá a pasar a unos 590.000 km de la Tierra, con lo que podremos ir afinando las observaciones según vuelva a acercarse y a alejarse de nosotros, pues será visible desde junio de ese año.
Mientras, el telescopio espacial James Webb también podrá observarlo cuando se haya alejado de la Tierra. Y en observatorios de todo el mundo se están repasando imágenes de años anteriores a ver si lo localizan.
Todo esto con la idea de poder refinar los cálculos acerca de lo que pasará el 22 de diciembre de 2032 y en sucesivas aproximaciones. Pero tal y como están las cosas, hay muchas más probabilidades de que 2024 YR4 choque con la Tierra el 22 de diciembre de 2028 de que te toque la Lotería de Navidad. Así que conviene estar atentos.
No hay que olvidar, de todos modos, que aunque sabemos que 2024 YR4 mide entre 40 y 90 metros de diámetro, no tenemos del todo clara su composición. Aunque las observaciones de las que disponemos apuntan a que se trata de un asteroide rocoso con bajo contenido en metales. Tampoco sabemos si es un cuerpo compacto o si es un montón de rocas espaciales y hielo agrupados.
En general, a más contenido metálico, peor, igual que es peor que si es compacto que si es una amalgama de rocas y hielo. Porque entonces resistiría mejor a su entrada en la atmósfera y llegarían trozos más grandes a la superficie de nuestro planeta.
2024 YR4 no tiene un tamaño como para, aún en el peor de los casos, causar una destrucción catastrófica en una zona muy grande. Pero como caiga en una ciudad… Se estima que el bólido de Tunguska tenía un tamaño similar. Puedes calcular los efectos del choque de un asteroide con el simulador de impactos de Neal Agrawall.
El astrónomo alemán Daniel Bamberger ha calculado que el supuesto impacto de 2028 se podría producir en una franja que va desde Colombia hasta Myanmar. Esa trayectoria incluye mucho mar, pero también zonas muy pobladas.
Zonas en riesgo en 2032 con los datos que tenemos ahora – Daniel Bamberger, CC BY-SA 4.0
Así que lo dicho, por ahora son casi más las incógnitas que las certezas en todo esto. Pero igual en 2028 nos encontramos con que por primera vez en la historia tenemos que plantearnos en serio una misión para desviar un asteroide. Una misión en serio, porque se trataría de un asteroide que va a chocar contra nosotros. No como el pobre Dimorfo, el asteroide contra el que impactó la misión DART de la NASA para ver si es factible modificar la trayectoria de un asteroide chocando contra él. Que sí que lo es.
Por cierto que en una curiosa coincidencia cósmica –o no– las Naciones Unidas han decidido que 2029 va a ser el Año Internacional de Concienciación sobre los Asteroides y de la Defensa Planetaria.
En cualquier caso, y mientras esperamos a tener mejores datos sobre la trayectoria de 2024 YR4,
Aunque yo apostaría a que en 2028 veremos como las probabilidades de impacto se reducen e incluso pasan a ser cero.
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Los trenes entre Sants y plaza de Catalunya (Barcelona) recuperan sus frecuencias de paso
Continua el desplegament de les ‘paradetes’ al metro de Barcelona
Transports Metropolitans de Barcelona (TMB) continua amb el desplegament dels nous espais comercials anomenats ‘La Paradeta del metro’. El primer va estrenar-se l'agost passat a l'estació de La Sagrera de la línia 1, i avui 6 de febrer es posa en marxa la segona àrea, al vestíbul d’Universitat de la línia 2.
Aquests nous espais anomenats 'paradetes' aglutinen diferents màquines automàtiques de venda en una mateixa zona, facilitant que les persones usuàries trobin el producte de consum ràpid o servei que puguin necessitar de manera ràpida, millorant així la seva experiència de viatge en transport públic.
La 'paradeta' incorpora diverses màquines d’autoservei amb diferent tipus de productes, des de snacks i begudes fins a productes tecnològics, impressió de fotografies, fotomatons, caixers automàtics i taquilles de paqueteria. L’espai també té taules de repòs i carregadors USB. Totes aquestes noves àrees comercials estan degudament senyalitzades, amb una imatge corporativa comuna i icones representatives dels serveis i productes que s’ofereixen a l’espai seguint la línia gràfica de les utilitzades a la senyalització del metro.
La previsió és instal·lar un total de set ‘paradetes’ en diferents intercanviadors de la xarxa de metro amb un alt volum de trànsit. Les dues primeres ja funcionen a Universitat (L2) i a La Sagrera (L1), la resta s’instal·laran els pròxims anys a Diagonal (L3 i L5), Lesseps (L3), Sants Estació (L3) i Clot (L1).
The Day We Found the Universe, un libro sobre la interesantísima historia de cómo descubrimos que la Vía Láctea no es la única galaxia
The Day We Found the Universe. Por Marcia Bartusiak. Vintage (7 de abril de 2009). 368 páginas.
El uno de enero de 1925 –acaban de cumplirse cien años– Henry Norris Russell daba una charla en tercer día del congreso anual de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS por sus siglas en inglés) que puso patas arriba el universo, al menos desde nuestro punto de vista.
En ella presentaba los datos obtenidos por Edwin Hubble y su ayudante Milton L. Humason que permitían argumentar de manera muy convincente que nuestra galaxia no era sino una más de una miríada de ellas. Y es que hasta entonces la teoría más aceptada era que el universo consistía sólo de la Vía Láctea.
Por supuesto Hubble y Humason no llegaron a sus conclusiones de la nada sino que se apoyaron en el de muchas personas que habían trabajado antes que ellos en la observación del universo y en sus logros y conclusiones, a veces acertados y a veces no.
Este libro cuenta la historia de cómo poco a poco las pruebas que indicaban que la Vía Láctea es una galaxia como otras se fueron acumulando gracias a esas observaciones, aunque por una parte había que saber ver lo que decían los datos, y por otra hubo que esperar a que los telescopios fueran lo suficientemente potentes como para poder obtener datos de suficiente calidad.
La autora va recorriendo esa historia presentado a las personas que la fueron escribiendo, aunque fuera de forma involuntaria, hablando un poco de cómo eran y de qué entorno venían, y del trabajo que hicieron que es relevante para el tema que trata el libro. No son, por supuesto, biografías completas, pero se agradece que saque a la luz el trabajo de todas ellas y que no sólo sea Hubble el protagonista del libro.
Entre ellas está, por ejemplo, Henrietta Swan Leavitt, quien con su descubrimiento de las estrellas cefeidas nos permitió disponer por fin de una vara con la que medir distancias en el universo, una herramienta fundamental en toda esta historia.
Hubble, por cierto, no dio la charla de aquel uno de enero porque era un tipo con la piel muy fina y le daba pavor que se pudieran poner en duda sus resultados o, lo que hubiera sido mucho peor, que estuvieran equivocados.
Pero el libro no se detiene en aquella charla sino que sigue contando como el trabajo de Hubble y Humason, junto con lo que nos dice la teoría de la relatividad general de Einstein, llevó inevitablemente a la conclusión de que el universo tiene que estar en expansión y que, por ende, empezó con el Big Bang.
Aunque lo más irónico de todo es que a pesar de que la idea de que el universo no fuera algo estable se metía bastante con Hubble la constante que mide la velocidad de expansión del universo lleva su nombre.
Este es uno de los mejores libros de divulgación que he leído en mucho tiempo, aunque lamentablemente no está disponible en español. Pero por lo demás, lo recomiendo muchísimo.
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