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Boro, azufre y un problema inesperado: cómo unas grietas en el reactor dieron un susto en la central nuclear de Zorita en 1994
Un buen amigo me pasó unos antiguos PDF escaneados de un artículo de la revista Nuclear Engineering de 1995 en el que se explica cómo en enero de 1994, durante una inspección en la central nuclear José Cabrera, también conocida como Zorita, se detectaron varias grietas. El problema se repararía tras año y medio de trabajos, de modo que todo volvió a funcionar con normalidad desde entonces. Los ingenieros que trabajaban allí fueron clave en la detección del problema. Es una historia que me consta que hoy en día cuentan como anécdota, aunque en su momento hubo un poco de susto.
Todo sucedió durante una de las recargas de combustible. Aprovechando las circunstancias, algunos técnicos siguieron el protocolo estándar que incluía una inspección ocular de la vasija del reactor. Un método un poco «a la antigua usanza» que resultó de lo más revelador. Con sus trajes se adentraron en el corazón de la central y al hacerlo se encontraron con algo inesperado: un extraño polvillo blanco que parecía proceder de la vasija del reactor. ¿Qué era aquello y qué hacía allí, donde no debía haber nada?
La muestra que tomaron para examinar indicó tras los análisis que se trataba de depósitos de boro. Este material se había acumulado, como comprobarían con inspecciones de ultrasonidos y corrientes inducidas posteriormente, al pasar a través de varias pequeñas grietas. Por suerte estos defectos (unas 4 en 20 penetraciones) no habían producido ningún impacto radioactivo ni en el personal ni en el medio ambiente; dependían de su morfología, alineación y ramificaciones.
Según dedujeron después, el daño se debía a la interactuación de ciertos compuestos de azufre que habían entrado en el circuito primario en 1980 y 1981, más de una década antes y que se habían combinado con el refrigerante. Se aislaron las grietas, se soldaron y repararon y aunque el proceso fue lento, año y medio después estaba todo listo.
Se hicieron las habituales pruebas de estrés y cuando se confirmó que las reparaciones garantizaban la seguridad operativa de la planta y que además eran una solución definitiva, todo se volvió a activar. La inspección visual de aquellos ingenieros y su agudeza al identificar aquel «polvillo blanco» fueron clave para detectar el problema a tiempo.
La central nuclear de Zorita, ubicada en Guadalajara, se cerró oficialmente el 30 de abril de 2006. Todavía está en las fases finales de su proceso de desmantelamiento (al 97%) y está desconectada de la red eléctrica hace años,.
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Foto: Foro Nuclear.
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Si un agujero negro primordial de 0,2 nm atravesara el cuerpo de alguien, lo destrozaría. Pero por la onda de choque, no por la gravedad
¿Podría un agujero negro primordial matar a alguien al atravesar su cuerpo? Todo dependería de la situación, porque para empezar estos «objetos cósmicos» son teóricos, viajan por el espacio y nosotros somos muy pequeños en comparación, aunque seamos muchos.
Los físicos dicen que estos agujeros negros, procedentes del Big Bang, podrían formar parte de la materia oscura y que viajarían a unos 300 km/s por el universo, más o menos a la misma velocidad que la Tierra respecto al centro de la Vía Láctea.
En un extraño y peculiar trabajo, Robert Scherrer se atreve a aventurar cuáles serían los efectos gravitacionales que produciría uno de estos pequeños agujeros negros primordiales al atravesar un cuerpo humano. (¡Glups!)
El caso es que Scherrer se ha entretenido en calcular, en unas pocas páginas, dos posibles escenarios chungos: cómo sería la onda de choque producida por la colisión a velocidades supersónicas y qué pasaría con los efectos de la gravedad en el cuerpo, algo que podría llegar a desgarrar las células, especialmente las del cerebro, si por casualidad impactara justo ahí, en la cocorota de alguien.
La gravedad no sería problema. El efecto gravitatorio del agujero negro primordial sobre objetos cercanos es despreciable por lo pequeño que es y lo rápido que viaja. Lo que tuviera que suceder no sucedería apenas porque casi ni puede interactuar con los obstáculos que encuentra en su camino. Desde luego, nada en comparación con el otro problema…
…Y es que algo malo podría suceder con la onda de choque si su masa fuera superior a 1,4 ×1017 gramos, es decir unos 140.000 millones de toneladas. Eso es mucha, mucha masa; los agujeros negros son espacio-tiempo extremadamente curvado y sumamente condensado, así que es algo que podría darse, aunque sería un objeto más pesado que un informático viejuner contándote sus batallitas con el MS-DOS. Haciendo cálculos se obtiene que su tamaño rondaría los 0,2 nanómetros, más o menos como un átomo de hidrógeno, así que sería una gran masa en un minúsculo espacio, una especie de bala superconcentrada, aunque superdestructiva.
Convirtiendo estos tamaños en probabilidades, teniendo en cuenta la cantidad de agujeros negros primordiales que pudieran existir, cómo estarían repartidos por el universo, cuántos humanos somos y qué «superficie humana» estaría expuesta a los teóricos impactos, la conclusión es que la probabilidad de que sucediera algo mortífero sería de menos de 10-18 «eventos» por año. (Evento = ¡chof!)
El asunto apenas da para película mala de ciencia-ficción; la probabilidad de que alguien fuera atravesado por un agujero negro primordial es prácticamente nula. Pero cosas más raras se han visto, así que atentos a los próximos estrenos en la cartelera.
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Imagen (CC) Alvy.
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