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Lanzado el satélite Biomass de la Agencia Espacial Europea para estudiar el papel de los bosques en el ciclo del carbono
Impresión artística de Biomass en órbita con su antena desplegada – ESA
Un cohete Vega-C ha puesto en órbita hace unas horas el satélite Biomass de la Agencia Espacial Europea (ESA). Su objetivo es medir como nunca antes el papel que cumplen los bosques en la absorción del dióxido de carbono CO2 de la atmósfera.
Para ello monta un radar de apertura sintética de banda P, el primero que mandamos al espacio, que emite sus señales en 435 MHz.
Esa longitud de onda, bastante baja para un radar, le permite penetrar en los bosques más densos y distinguir las hojas del tronco y las raíces. Es, por decirlo así, como hacerle un escáner a los bosques desde el espacio.
Eso a su vez permitirá hacer un perfil más detallado que nunca de los bosques, que suponen un 31 % de la cobertura de nuestro planeta. El saber qué proporción de ramas, tronco y raíces hay permitirá saber qué cantidad de CO2 absorbe cada una de las partes y cómo va cambiando esta cantidad.
La capacidad de penetración del radar de banda P permitirá a Biomass medir la geología que hay por debajo de la arena de los desiertos, en especial el cauce de antiguos ríos y lagos.
Y también permitirá ver la topografía que hay debajo de los bosques más densos, lo que servirá para entenderlos mejor.
Desarrollar la electrónica necesaria para esta misión no ha sido trivial. Igual que tampoco lo ha sido el desarrollo de la su antena, que tenía que caber plegada dentro de la cofia del cohete para luego desplegarse hasta los doce metros de diámetro y permanecer perfectamente estable en ele extremo de su mástil de 7,5 metros. De hecho el despliegue de la antena, que tendrá lugar en los próximos días, es uno de los puntos más críticos de la misión.
El satélite, de 10×12×20 metros, y con un peso de aproximadamente 1,2 toneladas ha quedado en una órbita sincrónica al Sol de 666 kilómetros.
Viene ahora una etapa de seis meses de puesta en marcha en la que se comprobará el funcionamiento de los sistemas de a bordo. También se compararán los datos que obtenga con otros medidos en tierra por diversos equipos para terminar de calibrar su procesado.
La misión tiene una duración inicial prevista de cinco años durante los que podrá medir ocho ciclos de los bosques.
La ESA contaba con la colaboración de la NASA y la NOAA en esta misión. Pero ahora mismo no tiene claro qué tipo de instrucciones tienen o tendrán por parte de la dirección de la agencia. Pero visto lo visto con la actitud de la administración Trump habrá que ver.