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La soberanía tecnológica en la era de las dependencias invisibles
Estaba hablando hoy con un amigo sobre Mistral AI, un nuevo modelo de lenguaje IA al estilo de ChatGPT o Gemini pero con enfoque europeo, porque nació en Francia (de la mano de investigadores de Meta y Google Deepmind). Tiene buena pinta y funciona bien, aunque todavía no al nivel de las recientes versiones de los LLM más potentes, pero supongo que irá evolucionando. La clave del asunto es que Mistral AI no es americana ni china, sino europea, como el OpenEuroLLM (con quienes no parece tener asociación alguna). ¿Estamos los europeos en el buen camino de recuperar nuestra soberanía digital?
Esto ha vuelto a remover el asunto de la soberanía digital, algo sobre lo que escribí recientemente y que preocupa tanto a pymes y grandes empresas como a países completos. Porque, vamos a ver, ¿podrías recordar alguna empresa tecnológica europea que esté entre las más importantes del mundo hoy en día? No, porque no la hay. Y lo más triste es que la última debió ser la finlandesa Nokia allá por el siglo XX (en 1999 estaba en el Top #9).
Tecnología crítica, dependencias nefastasEl caso es que muchos países dependen de comprar fuera lo que no fabrican o desarrollan dentro: chips, energía, software, infraestructuras digitales… Siempre se ha pensado que el mercado global estaría ahí para suministrar lo necesario. El problema es que, cuando esas tecnologías se vuelven críticas y hay conflictos económicos, de seguridad o incluso guerras, esa dependencia pasa a ser peligrosa.
La soberanía digital no va de banderas ni de postureo: va de poder seguir funcionando cuando el mundo se tuerce, que es justo cuando más falta hace. Es una independencia que ha de ser un hecho, no algo dependiente de unas firmas. Y, obvio de toda obviedad, cuando los países se dan cuenta de esto, ya es demasiado tarde.
Estuve mirando otros casos similares fáciles de entender que pudieran servir de paralelismo con lo que hoy en día se vive con la IA y con los servicios en la nube. Tan es así que han surgido incluso listas de alternativas europeas para quien quiera consultarlas y romper esa dependencia.
Aquí hay una breve lista de ejemplos de esas grandes dependencias tecnológicas, comenzando por las de relevancia estratégica:
- Semiconductores avanzados (Occidente). Hoy en día todo depende de los chips: IA, móviles, coches, satélites y armas. Quien no los fabrique depende de otros países; recordemos casos como la crisis de los microcontroladores USB baratos tras la pandemia y posterior escasez de semiconductores: hasta se vendían coches en los que se habían eliminado los puertos USB (cargadores, pantallas) porque la cosa no deba para más. Lo malo es que recuperar esa capacidad de fabricación de semiconductores cuesta decenas de miles de millones de euros y requiere entre 10 y 15 años… Sin chips, los países se quedan sin plan B.
- Energía y dependencia del gas ruso (Europa). Ni guerra ni nada: el caso alemán lo dejó claro: si quieres energía barata hoy, serás vulnerable mañana, sobre todo si cierras las centrales nucleares. Esto hace que incluso las «sanciones» a Rusia se posterguen mientras siga suministrando el preciado gas. A día de hoy, cuando el suministro de algo tan básico falla, los precios se disparan, la industria sufre y los estados pagan la factura.
- Servicios en la nube e infraestructuras digitales (Europa). Datos, administraciones públicas, empresas, IA: casi todo vive en servidores que no están bajo control europeo y se gestiona bajo leyes de otros países. Crear esa infraestructura y migrar los sistemas actuales es caro, lento y complejo. GAIA-X llegó tarde, cuando la fiesta de la nube ya estaba acabando.
- Drones militares (Ucrania–Rusia). Esta guerra ha demostrado que los drones son tan decisivos como la artillería: reconocimiento, ataque, guerra electrónica y enjambres baratos superan a veces a otros sistemas armamentísticos carísimos. Ucrania ha tenido que improvisar producción local y hackeos a toda prisa; Rusia depende de componentes extranjeros. Quien controla el diseño, fabricación y el software de los drones tiene una ventaja inmediata. Y sí: muchos drones «entre nosotros» que se usan en labores civiles y corporativas llevan chips, cámaras y software de esos mismos fabricantes. ¿Qué podría salir mal?
- Tierras raras y materiales críticos (Occidente). Son cerca de 30 elementos químicos imprescindibles para las baterías, la electrónica, los motores eléctricos y el armamento, entre otras cosas. China controla alrededor del 60–70% de la extracción mundial de tierras raras y más del 80–90% de su procesado y refinado. Es una bomba de relojería geopolítica que ya veremos cuándo se activa.
- Baterías eléctricas (Europa, España). Sin baterías no hay coches eléctricos ni almacenamiento energético. Europa va tarde, y depende casi en más del 85% de baterías importadas de Asia, aunque aún está a tiempo de reaccionar con gigafactorías (que como mucho están en fases iniciales). Es un coste alto, pero no irreversible. La industria española está en riesgo estratégico por la misma razón y puede que acabe perdiendo competitividad y quedándose en el ensamblaje de piezas como mal menor.
- Sistemas operativos móviles (Europa). ¿Alguien recuerda Symbian? ¿MeeGo? Hoy en día Android e iOS lo dominan todo en los móviles. Y si no puedes elegir la plataforma, tampoco las reglas, ni los datos. Volver atrás aquí es casi más difícil que volver a Windows tras probar un Mac.
Todas estas historias comparten algo en común: no desarrollar tecnología avanzada parece barato… hasta que deja de serlo. Cuando la tecnología se convierte en arma económica, política o militar, depender de terceros deja a los países sin margen de maniobra. Por desgracia, recuperar esa soberanía no es rápido ni barato, pero no hacerlo puede salir aún peor. Al final va a ser cierto que en el siglo XXI la independencia no se proclama: hay que fabricarla.
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Ilustración: ChatGPT-5.2.
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